
Valoramos el esfuerzo de adaptar este
proyecto a un espacio mágico en el que en su virtud está su pecado: la
cercanía, la proximidad, la intimidad sincera con la que el mensaje ha de
llegar al público. El mensaje, claro, ha de existir. La dirección escénica debe
adaptarse a las limitaciones y potencialidades de dicho espacio.
El texto no consigue empaparnos de
universalidad; se queda en una sucesión capitular de momentos anecdóticos con
su dosis ultraterrena, con toques de consumo cañí, con una mezcla de finanzas,
deportes, actualidad, Ibex35 y prensa hepática como eficaz antídoto ante la
supuesta majestad de personajes y narración. La individualidad carece de rasgos
épicos y dramáticos y no atrapa el interés, a pesar de esas dos primeras
escenas de planteamiento tan prometedor, de apuestas tan simbólicas y
atractivas.
Resaltamos la calidad interpretativa de
Nerea Moreno y Rocío Marín, ya aplaudidas en la escena madrileña. Su voz suena poderosa,
su vibración es eficaz, sus miradas transmiten y ligan este gazpacho a pie de
pista que sospechamos va a producir efectos dispares : Desde nutrir a los
afines a Antonio Rojano hasta quedarse como un refresco de verano,
satisfactorio pero ligeramente diluido para el resto de exigencias.
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