He necesitado dejar pasar varias semanas y recomponer tranquilamente mis costuras morales para poder escribir sobre “Peceras”. Ya sabíamos que nos enfrentábamos a un texto de Carlos Be y eso siempre produce un vértigo placentero, porque si hay algo seguro con sus trabajos es que nunca te dejan indiferente, para bien o para mal.
En esta ocasión y arropados por Fran Arráez e Iván Ugalde somos invitados a una fiesta privada de la cual es imposible salir indemne. Siendo sincero y para que luego no digan que siempre estamos alabando lo bueno y si no obviando, si intentado pasar de puntillas junto a lo malo, que no consiguieron convencerme del todo con sus actuaciones. Oía una vocecilla interna a lo largo de toda la obra que me repetía: “Falta algo”, ”Les falta algo”. Eso y que todavía me duraba el buen sabor de boca que me habían dejado los dos después de haberles visto, no hacía mucho tiempo, en otra joya de Carlos Be: “Elepé”. Afortunadamente remontan bastante en la segunda parte, aunque aquí jugaban con un factor en contra: Eran eclipsados totalmente por la figura hipnótica de ella, de Carmen Mayordomo. Perdón, de CARMEN MAYORDOMO. Allí estaba esperándonos como la mejor de las anfitrionas, sonrisa deslumbrante y naturaleza muerta en sus manos. Afilada en los bordes hasta el extremo y adoptando pose de junco acerado dispuesta a resistir cualquier embestida del destino. Agasajándonos con su timbre cálido y envolvente que anestesiaba cualquier atisbo de la tormenta que en pocos minutos se nos vino encima.
Todavía no he decidido qué me revolvió más las entrañas, si lo que se veía a las claras o lo que en algún momento se escuchaba sin ser visto. Da lo mismo. Continuamente éramos abofeteados por el descaro de sus invitaciones a saltar al ring y formar parte de su lucha. De repente, nuestros esquemas más básicos sobre el respeto hacia otro ser humano se habían hecho añicos y a cambio nos ofrecían una realidad pactada que nos avergonzaba porque era demasiado conocida y frecuentemente ignorada. Y Carmen dominaba todo, desde el grito más desgarrador hasta el silencio más acusador. Escupiendo jirones de sus propios límites pero sabiendo cuándo debía parar y hacer valer el contrato de su propia inmundicia.
Carlos Be lo había vuelto a conseguir y nos sorprendía con su capacidad visionaria para plasmar un futuro humillante más cercano de lo que nos gustaría. Hay que ver “Elepé”, aunque sólo sea por el simple hecho de presentir hacia dónde no debemos caminar. Dos días después, escuchando la radio, hablaban de que la Agencia Tributaria estaba empezando a plantearse en serio legalizar la prostitución, pero no por ninguna razón humanitaria, simplemente por la cantidad de dinero que se podría recaudar. Aquello podría ser el principio de “Elepé”, el vello se me erizó y sentí miedo.
Necesitaba quitarme aquella sensación de asco de encima, así que empecé a hacer un repaso mental de toda la temporada teatral que estaba a punto de acabar. Y de un pensamiento salté a otro y a otro más. Entonces no pude evitar una sonrisa al pensar en que algún día uno de esos maravillosos autores que pueblan la escena contemporánea escribiría un texto brillante donde tuvieran cabida las cuatro reinas del off, a saber: Inma Cuevas, Fernanda Orazi, Raquel Pérez y por supuesto, Carmen Mayordomo. Otra vez el vello se me erizó pero esta vez de puro placer. A buen entendedor…
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