Hay obras sobre las que apetece escribir; ésta es una de ellas. Ya
desde el comienzo, superando la distancia de un pretendido academicismo, nos
sumergimos en un torrente de sinceridad, de desnudez. No es fácil desnudarse en
público. No es fácil presenciar un desnudo de frente. El Príncipe de
Salina (El Gatopardo) prevenía frente a las desnudeces del alma. María Moliner
desnuda su alma y su vida toda y nos tortura con una invitación a su declive
físico, que es también su declive intelectual. Es hipnótica la belleza de la
palabra retorcida hasta el extremo, plena de sentido, precisa y exacta.
Vicky Peña destapa todos sus registros y se enseñorea de un escenario tan humilde como eficaz, cuando se ha perdido casi todo y suponemos una derrota absoluta. Nos conmueve presenciar su descenso a la anulación completa, nos seduce con el abandono a un destino consciente, a la pérdida de su identidad. Hay personajes cuya vida es una lección. La vida de María Moliner es pedagogía pura: honradez, sinceridad, rigor, discreción... Vicky Peña nos traduce todos estos valores a lenguaje escénico y nos introduce en lo que toda buena obra (gran texto, austero y brillante) debe ser: vivir otras vidas para comprender las nuestras y sufrir y reír tras el eterno debate inocencia-experiencia.
Hay viajes dolorosos, hay obras que apetece ver, hay vidas irrepetibles...
Vicky Peña destapa todos sus registros y se enseñorea de un escenario tan humilde como eficaz, cuando se ha perdido casi todo y suponemos una derrota absoluta. Nos conmueve presenciar su descenso a la anulación completa, nos seduce con el abandono a un destino consciente, a la pérdida de su identidad. Hay personajes cuya vida es una lección. La vida de María Moliner es pedagogía pura: honradez, sinceridad, rigor, discreción... Vicky Peña nos traduce todos estos valores a lenguaje escénico y nos introduce en lo que toda buena obra (gran texto, austero y brillante) debe ser: vivir otras vidas para comprender las nuestras y sufrir y reír tras el eterno debate inocencia-experiencia.
Hay viajes dolorosos, hay obras que apetece ver, hay vidas irrepetibles...
Es un precioso y certero comentario sobre esta obra.
ResponderEliminarAnn