Partiendo de un hecho real
ocurrido en Munich en 1987, donde un artista que preparaba una perfomance es
asesinado por la policía al confundirlo con un verdadero secuestrador, el autor
aprovecha esta situación para vapulearnos con un mundo de sentimiento y
sensaciones angustiosas. Angustia que anida en el interior de los espectadores
antes de entrar en la sala y que no los
abandonará en ningún momento.
La versión que nos presenta
Sebastián Moreno es una continua referencia al mundo del celuloide. No ya por
la obsesión del protagonista por la película “La Matanza de Texas” y su
motosierra, sino por los arquetipos de los propios personajes que giran y se
deslizan por la cuerda floja entre cualquier desquiciado de “Funny Games” y la desesperación más almodovariana. Aunque la mezcla
de los protagonistas nos remite continuamente a esas películas de Lars Von
Triar en las que los personajes se solapan, destruyen y aman con tal intensidad
que sólo tienen una salida dramática. Todo ello aderezado con una música de lo
más adecuada que se mueve entre boleros y rock.
Nos cuentan que el mundo fuera de
aquel sótano es asqueroso, pero en realidad es una excusa para no dejar de
revolcarse en sus propias inmundicias, aterrados ante la idea de la soledad. Y continúan
jugando miserablemente el uno con el otro, porque en realidad ni ella quiera
salir de allí ni él está dispuesto a dejarla
marchar ante la idea de tener que enfrentarse con sus propios
sentimientos, tan a ras de suelo como el colchón donde copulan, tan tirados y
manidos como los discos esparcidos por la habitación. Y ellos mismos nos dan la
clave de su pasión: La confianza y el menosprecio. Todo entre medias es pura
estrategia.
Juan Orellana y Vanessa Guerra
interpretan con absoluto realismo a estos seres autodestructivos que tal y como
ellos mismos cuentan, viven el amor en el tiempo de las enfermedades psíquicas.
Con un momento emocionalmente surrealista que nos deja helada la sangre en las
venas, al contemplar la incomunicación
entre estos dos intensos seres mientras él grita fuera de control “guau” y ella se ahoga en lágrimas sollozando “miau”.
Se agradecen espacios como Sala
La Usina, donde los amantes del teatro podemos experimentar miradas diferentes
y saborear el buen hacer de estos alquimistas de historias.
Autor
Helmut Krausser
Dirección
Sebastián Moreno
Compañía
Talamo Teatro
Actores
Juan Orellana
Vanessa Guerra
Vanessa Guerra
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR COLABORAR CON VUESTRA OPINIÓN