El Centro Fernán Gómez nos tenía acostumbrados a una
programación errática e imprevisible. Ayer vimos "El Caballero de
Olmedo", en versión de Eduardo Galán, y no sé qué opinar al respecto. Es
cierto que la arquitectura de la obra ya viene de fábrica y no precisa de
grandes artificios para llegar al publico; es cierto que el verso es bello y
eficaz; es cierto que la tradición nos lo ha insertado en nuestro código
genético de mitos ibéricos.
Todo eso es cierto, pero queda un regusto de
función de fin de curso, de artesanía fallida, de sonidos huecos, a pesar del
buen hacer de los actores, con una hermosa y creíble Marta Hazas, de dicción
limpia y sentida. Convincentes sus acompañantes. Eduardo Galán juega con
símbolos manidos (otra vez más, lluvia final roja, cinta roja, toque taurino,
fácil y previsible todo ello).
No obstante, loable el esfuerzo de una programación con sabor de
otra época y lenguaje actual, con aromas de tradición y con aires de identidad
propia y vientos nuevos. Que el Fernán Gómez siga por esa senda, que nos gusta
mucho, que nos hace mucha falta en tiempos de mudanza.
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